domingo, 1 de julio de 2012

Crossroads


Pako vino a verme esta semana para ayudarme a terminar la declaración del IRPF. Llevo la totalidad de la campaña de la Renta bajo mínimos y ya quedaban pocos días, así que le pedí ayuda. Siempre me la confecciono yo, porque para mi actividad es bastante sencilla. Lo que ganas, lo que gastas, la retención de la SGAE y meter los datos, así de simple. Esta vez ya no podía más, los números se atravesaban, las casillas se convertían en jaulas de grillos y todo me daba vueltas. La fiebre y el agotamiento me impedían hasta ajustar el cursor del ratón. Este hombre llegó y en 5 minutos se acabó mi drama. 
Pako es amigo mío desde que teníamos 13 o 14 años. Nos unieron las guitarras y las circunstancias de la vida. Formamos varios grupos y hemos compartido infinitos escenarios hasta que abandoné el directo en el año 1997. El año pasado vino a mi estudio a grabar los solos de guitarra para el disco de su grupo, que en su día también fue el mío y se llama Mercado Negro. Una banda de blues que ahora cumple 20 años. Supongo que se encontraba más tranquilo en mi casa, como suelo llamar a la sala de grabación. Esto le pasa a mucha gente que está grabando, necesitan tranquilidad y concentración cuando están registrando algo que va a quedar ahí para siempre. No en todos los sitios se consigue ese ambiente, y el músico sufre, y la canción se resiente, y el disco queda sin duende.
Solíamos quedar en su casa para tocar con las guitarras acústicas. Tocábamos temas de Neil Young, de Ozark Mountain Daredevils, de Paul Simon y algo de Gordon Lightfoot. Las guitarras acústicas no daban para más, pero con 14 años no teníamos presupuesto para acceder a eléctricas y tocar cosas más interesantes. Además yo era muy radical, lo que no tuviera caña, solos de guitarra hasta el infinito y baterías poderosas era mortalmente aburrido.
Una tarde fuimos al cine Filarmónica que estaba programando una serie de películas musicales. Recuerdo que durante aquella semana pusieron “Jimi Hendrix Experience”, “Yessongs”, “Pictures at an exhibition” de Emerson, Lake & Palmer, una de los Rolling Stones y “Cream, The Farewell Concert”, la que ibamos a ver. En los 70, no había otra forma de ver films de aquellos. No existían ni You Tube, ni los DVD, ni las cintas de vídeo. Cosas que parece que han existido siempre, no llevan tantos años con nosotros; porque las personas, cuando encontramos una comodidad, nos olvidamos de cómo éramos antes. 
No habíamos visto muchas películas de conciertos, pero nos molestaban esos primerísimos primeros planos de los músicos. Sólo se veía la cara y el micrófono, nunca cómo tocaban el instrumento. “Tío, si está haciendo un solo que te mueres y sólo enfocan la nariz”. Esto ha cambiado mucho, ahora usan un montón de cámaras y diferentes tipos de planos. Tanta variedad que, aunque el grupo sea un peñazo, te crees que los músicos son buenísimos. Échale la culpa a la MTV.
Cream eran Eric Clapton, Jack Bruce y Ginger Baker; vamos, una apisonadora. ¿No querías decibelios, chaval? Toma “jeroma”. Nunca había escuchado la música tan alta. Menudo subidón. A todo el mundo le suena Eric Clapton, pero los otros eran unos músicos endiablados. Cada vez que sentía las líneas de bajo de Bruce me volvía loco. A mitad de la cinta le dije a Pako: “Yo quiero tocar el bajo como ese tío”. Ese era mi OBJETIVO. Estaba sonando Crossroads, mi tema favorito de la banda: una versión estupendamente acelerada del tema de Robert Johnson, aquel bluesman del que cuenta la leyenda que hizo un pacto con el diablo para tocar mejor la guitarra.





Dicho y hecho: en 1977 me marché a Londres a la aventura. Lo primero que hice fue comprarme un bajo, una copia modesta del Gibson EB3 que tocaba Jack Bruce. Lo encontré en una tienda de Ealing Broadway al oeste de Londres. 69 Libras. El objetivo no había hecho más que marcarme un camino. Y por aquí discurriría la vida. 
Es fundamental marcarse un objetivo. Yo funciono así. Soy géminis y me desconcentro con facilidad. Si hago el viaje de Bilbao a Santander antes paso por Cuenca, Málaga y al final termino tomando un fino en Sotogrande, en el Club de Campo. Olé!!!. Así que, tengo que tener un poco de control.
Crossroads significa cruce de caminos, también encrucijada. La vida siempre te da dos opciones: hacerlo bien o hacerlo mal. Siempre te pone en la encrucijada y siempre te toca elegir. En función de hacia dónde des el primer paso tu vida estará llena de abundancia o será estéril. Y el esfuerzo para dar el paso hacia el camino doloroso es el mismo que para darlo al camino de rosas. Y el camino de rosas no es que te toque La Primitiva todos lo jueves; es que quieras hacer lo que estás haciendo, que quieras a tu gente y que te corresponda, que el peso de la vida lo lleves bien repartido en tus bolsillos para que no se te hagan agujeros y llevar una sonrisa puesta.
Un día el MONO me estaba esperando en uno de los cruces. Se estaba haciendo de noche y quería que le vendiera mi alma. Que me pusiera de rodillas y le sirviera. Que le diera de comer para que se hiciera más fuerte. Que le compusiera un blues que dijera: “Qué mal me encuentro, qué mal estoy. Desde hoy me quedaré en un rincón”. Que me quedara con él en ese punto del camino para que le cantara canciones tristes a toda la gente que pasara. Yo le pregunté que cuál iba a ser mi beneficio y no me contestó. El MONO no tiene respuestas, sólo te va agobiando a dudas hasta que te destruye. Ahora estoy a 14 horas de empezar a sacudirle y de continuar mi camino hacia un objetivo temporal: volver a meterlo en la jaula para proseguir la ruta hacia el gran OBJETIVO, que es la vida.
He admirado mucho la forma de tocar de Jack Bruce, nunca lo he visto en directo. El MONO hizo que me perdiera su actuación en la sala BBK hace unos pocos meses. Me alegré del retorno de Cream aquellas 4 noches en el Albert Hall;  Bruce con sus años, pero en plena forma. En todo este tiempo he conocido otras formas de sentir el bajo: Jack Casady, John Entwistle, Tony Levin, Donald “Duck” Dunn, Phil Lesh, Bootsy Collins, James Jamerson Flabba Holt, Bill Laswell, Mick Karn, Ron Carter, Michael Henderson y J.S. Bach. El bajo que compré en Londres fue el primero de los seis bajos que he tenido, de los que sólo conservo 3 en activo. Son joyas porque los 3 tienen pedigree (como los perros): un Fender Jazz Bass del año 70, otro del 72 y un Music Man StingRay original del año 79. Iré hablando de ellos porque cada uno tiene una historia bonita. Y las cosas bonitas son las que merecen la pena recordar. Recuerdo aquella semana en el cine, todas las tardes sesión continua, dos chavales que querían ser como los del otro lado de la pantalla, grandes. Subirse a un escenario, todavía imaginario, y descargar toda la inocencia para convertirse en estrellas. Al final, como todas las historias con final feliz, lo consiguieron en 1982.
Aquel cine sigue existiendo y pertenece a la Sociedad Filarmónica de Bilbao. Después de esa semana no volví a pisarlo. No ha sido porque tuviera una experiencia desafortunada, no. Simplemente porque la música clásica que programan en los teatros me aburre. Porque las programaciones se hacen en función de lo que les gusta a los socios y los abonados. Y eso, es una mierda.
Este post está dedicado a la memoria de Mick Karn. Excelente bajista y clarinetista. Famoso por pertenecer al grupo británico Japan. Murió de cáncer en 4 de enero de 2011

Mick Karn 1958-2011




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