domingo, 8 de julio de 2012

Un Día En La Vida / A Day In The Life


A Mayte le gusta Neil Young con locura. Tiene “Americana”, su nuevo disco, y ha visto la peliculilla que ha hecho el músico canadiense para acompañar la edición del cd. Son 40 minutos de cine mudo en la búsqueda de imágenes para ilustrar las canciones del nuevo álbum. Mayte tiene casi toda la discografía del creador de “Corazón de oro”, y, son un montón de títulos. Los escucha cuando puede, porque no tiene mucho tiempo. Es maestra y, desde hace unos meses, tiene que hacer la compra sola, limpiar la casa, planchar, lavar la ropa, colgarla, hacer la comida y encima tener el ánimo siempre arriba.
Mayte tiene un linfoma en casa que le ata mucho y está dedicada a él las 24 horas del día. En los últimos 6 meses ha tenido que ir unas cuantas veces al hospital, más de las que se pueden contar con los dedos de las manos y de los pies. Ha estado en las consultas de hematología con el alma en un puño antes de ver al médico. Ha estado en urgencias tres o cuatro veces, en un lugar donde el tiempo se detiene, y se detiene tanto que parece que han parado el mundo. Ha estado en habitaciones de varios pabellones del hospital. Y después, al mostrador para obtener el justificante correspondiente para entregar en el trabajo. Es experta en aventuras y desventuras sanitarias, y puede que sea capaz de escribir una guía de supervivencia mejor que Jesús Calleja. Porque élla tiene un linfoma en casa, el mío, porque Mayte es mi mujer.
A principios de 2008, se enteró de que Neil Young venía en junio a Rock en Río Madrid. Una tarde se fue a El Corte Inglés a comprar las entradas. Estaba tan ilusionada que parecía una quinceañera. Iba a ser la primera vez que le iba a ver en concierto. Yo ya le había visto con Crazy Horse en 1986, cuando, desde el primer guitarrazo, te daba un buen masaje de decibelios. 
Neil Young también tiene una grave enfermedad en casa, la de su hijo Ben. Lo que le impulsó a fundar The Bridge School, una organización para ayudar a niños con discapacidades psíquicas. Los actos más populares son los conciertos anuales que se organizan para obtener fondos, además también se obtiene dinero de la venta de los cds y dvds del evento. Neil es una de esas personas comprometidas con su familia y con la sociedad.
Tengo mucha suerte, porque Mayte hace que mi vida sea más fácil dentro lo complicado que se ha puesto todo. Es fundamental que las personas que viven contigo te apoyen. Son la prolongación de las medicinas, del médico. Son el psicólogo exprés, 24/7 como los servicios de emergencia. Son el aire fresco y el bálsamo que necesitas para no caer por el precipicio. Tu club de la comedia cuando hay que relativizar las cosas. Afortunadamente, la gran mayoría de las enfermedades tienen una familia detrás. Son las estrellas en la noche que nos guían a los marineros que navegamos por este mar de locura para volver a puerto. 
Aquella madrugada sofocante en Madrid vimos a Neil Young. Del concierto recuerdo una cosa por encima de todas las demás: el tema final. La versión impresionante de “A Day In The Life” de The Beatles; una de las mejores canciones de la banda inglesa. Para mí, la mejor. Toda una sorpresa, una descarga de electricidad apabullante. Al final de la canción, Young arranca las cuerdas a su vieja Gibson Les Paul, la famosa “Old Black”, y las golpea contra los captadores de sonido de la guitarra, provocando un ruido infernal. Mientras toda aquella presión sonora nos volvía locos, agarró un teléfono rojo y chilló contra el ex-presidente Bush por su política con respecto a la guerra de Iraq: "Bush fuck off!!!!!!!!!". El concierto acabó.

La2 de RTVE lo emitió en directo. Semanas más tarde conseguí la grabación del vídeo. En los barridos de cámara que hicieron al público mientras sonaba “A Day In The Life”, allí estamos los dos, Mayte y yo, se nos puede reconocer sin esfuerzo. Felices por compartir aquellas sensaciones que nos proponía un músico canadiense comprometido y su banda. 

Mañana, UN DÍA EN LA VIDA, comenzaremos a compartir esa batalla contra el MONO. Mañana comienzan los diarios de quimioterapia.


Neil Young - Un Día En La Vida. Glastonbury Festival. 07-26-09


El Pozo De Arán


Soy un Trekkie confeso y convicto desde que ponían la serie Star Trek en la segunda cadena en los años 60. Antes sólo había dos canales de televisión: la primera cadena y la segunda cadena. Así que, no había muchas opciones de zapping. Tampoco había mandos a distancia, por lo que toda la familia aguantaba en el canal sin pestañear. La magia de la tele en pañales. Allí salían cosas tan fantásticas y alucinantes como Viaje al fondo del mar, Perdidos en el espacio, Tierra de gigantes, El túnel del tiempo, Los invasores, UFO y las marionetas de Gerry Anderson. Series que construyeron los cimientos de mi amor hacia la ciencia ficción. En las que los efectos especiales eran precarios, pero lo guiones tenían mucho mensaje.
Star Trek fue una serie de este género creada por Gene Roddenberry, que aquí se tituló “Viaje a las estrellas”. Todo se emitía doblado al español neutro y con el título traducido. Los capítulos trataban sobre la aventuras de la nave Enterprise explorando nuevos mundos. En los episodios se apreciaba la lucha entre el bien y el mal. En aprender de lo desconocido y asimilar las diferencias entre distintas formas de vida. En ayudar al débil y no influir en las civilizaciones con menor grado de desarrollo, como si sus guionistas estuvieran enviando un mensaje ecológico. 


Todo el mundo se acuerda del Dr. Spock y sus orejas puntiagudas. Un ser del planeta Vulcano con una impasibilidad que dejaba a la flema británica a la altura del barro. Con su saludo vulcano: “Larga vida y Prosperidad”. Su inseparable compañero, el Capitan Kirk, el Doctor McCoy y el legendario “Teletransportador”. Aparato que te desintegraba y te hacía aparecer en las coordenadas elegidas, generalmente un planeta lleno de rocas de cartón piedra. Con aquel doblaje latino, que tenía mucho encanto, se transmitían unos valores que han influido en mucha gente de mi generación. Todas las series que venían de fuera, todas tenían ese doblaje grabado en México, con sus giros y palabras exóticas como: emparedado, lastimar, tomar el autobús y ¡caracoles! 
Cada capítulo empezaba con la voz de un narrador solemne: “El espacio, la última frontera. Estos son los viajes de la nave estelar Enterprise a la búsqueda de nuevos mundos, para llegar hacia donde ningún hombre ha llegado jamás”. Empezaban cuarenta minutos de tensión infantil.
Cuando hace tres semanas volví a tener fiebre y me tuve que meter en la cama, no hacía más que pensar en ese mensaje de la “última frontera”. Nuevos mundos, ayuda, colaboración, desconocido..., palabras que apuñalan mi destino porque lucho sin escudo. Me di cuenta de que no sabía nada sobre los procesos a los que me iba a someter, que no conocía a nadie que tuviera ni tan siquiera algo parecido a la enfermedad que tengo. Mi hematólogo dice que mi dolencia es de las raras, por lo que, a ver si el MONO es Copito de Nieve II. En la consulta del hospital veo gente con mala cara, con tez casi transparente, con pañuelos en la cabeza, pero todos somos islitas esparcidas a lo largo y ancho de un profundo océano de 80 metros cuadrados. Y la pregunta obligada es: ¿Cuál es la última frontera del ser humano?
Sólo tengo una respuesta: EL MIEDO. El miedo a lo desconocido.
El sábado 23 de junio, leyendo noticias en internet llegué a un hecho que me produjo una grata sorpresa e iluminó mi esperanza: “Los “Pelones” piden médulas para salvar vidas”. Se hacía eco de la entrega de las 100.000 firmas en el Ministerio de Sanidad para solicitar una campaña de concienciación hacia la donación de médula ósea. Mi curiosidad se puso al rojo y comencé a teclear en busca de más respuestas. Llegué a la web de Pelones Peleones. Viendo todo un universo de respuestas como las que yo había estado buscando en mi fiebre del oro particular, y puse rostro al cáncer de mama, a la leucemia y al transplante de médula. También les puse nombres y apellidos.

infografía #donamedula


Y, ahí estaban los blogs. ¡Ah! los blogs. Esas cosas que la gente escribe para contar sus cosas, y a mi me dan tanta pereza porque son muy aburridos. Esas cosas que la gente cuelga cuando no tiene nada que comunicar. Siempre están pasados de rosca, y los que prometen se abandonan tras cuatro post. Y de pronto, me encontré leyendo uno de ellos. Se llama “3 grandes motivos para luchar” y el post se titula “Diagnóstico de un cáncer... El mundo se desmorona”. Es la primera entrada y la fecha es, 9 de agosto de 2011. Al cabo de un tiempo, entre emoción contenida y rabia, fui aprendiendo cosas que yo necesitaba saber. Sintiendo que el tiempo se había pasado en un suspiro, me encontré leyendo la anteúltima entrada, con los ojos rojos y 38 de fiebre: “Game Over... Luky wins”. Mari Carmen Álvarez, Luky, superando su cáncer de mama en 46 entregas. Y a mí se me estaba desmoronando la arrogancia y la estupidez que provoca el miedo.
El ordenador permaneció en la página durante todo el día, yo seguía leyendo. Es gente real, no son personajes de una novela de ciencia ficción. No hablan desde la distancia como la que yo había intentado mantener con respecto a mi enfermedad. Cuentan su vida tal como se va desarrollando, sin vericuetos, sin metáforas. La cruda realidad llena de sentimientos de pánico al futuro más inmediato pero relatados desde ese punto de vista positivo que no todo el mundo sano consigue. Entonces el pánico desaparece y se escapa como en un truco de Houdini.
Seguí leyendo el blog de Ainara Trigueros, otra mujer que se ha subido a un ring con unos guantes Everlast para darle duro a otro cáncer de pecho. En ese puñado de posts me saltaron las lagrimas de emoción. Lágrimas que no afloraban desde que era pequeño y me puse a llorar como un niño. No me importa reconocerlo porque así sucedió. Pensé que, no hay derecho a que gente tan joven pierda oportunidades por tener una enfermedad grave, pero a medida que pasaban las líneas, las palabras se llenaban de esperanza. Los escritos de Ainara son un autentico manual de instrucciones para exterminar mi miedo. La quimio me daba pavor, por no usar otra expresión más contundente, porque sólo conocía las palabras de mi hematólogo: “El tratamiento va a ser duro”. Pero un médico no transmite bien las vivencias del paciente. Esos claroscuros sólo nos pertenecen a nosotros y en su blog, “Una sonrisa y mil pañuelos”, se reflejan con todos los colores del espectro.
Hay más gente comunicando en Pelones Peleones, padres que cuentan los casos de sus hijos, personas que están esperando transplante de médula, gente que está en tratamiento. Gracias a ellos he obtenido el conocimiento. El conocimiento elimina el miedo, nos hace libres. Por eso la cultura es tan necesaria, aunque ese es otro tema. Pero quiero decir que, todos ellos tienen algo en común: siguen luchando desde un punto de vista positivo. Hacen sus campañas de concienciación para que entre todos nos ayudemos. También me gustaría que leyeran mi blog y supieran lo que están consiguiendo. Hoy sólo puedo ofrecerles una canción. 
Estuve en Santiago de Compostela en octubre de 2010 y en las paredes quedaban restos de carteles del conciero de Carlos Núñez, el gaiteiro tocó en la plaza del Obradoiro. Es un tipo que me cae bien y ha colaborado con gente que conozco profesionalmente como Kepa Junkera. En el año 2000 sacó un disco llamado Mayo Longo que incluía una canción que entró en la radiofórmulas llamada “El pozo de Arán”. Una canción con una estructura que me recuerda a “Moonlight Shadow” de Mike Oldfield. La canta Anabela, una portuguesa que representó a su país en Eurovisión hace un montón de años. La canción habla de la esperanza de cura que tiene una madre para que su hijo recupere la vista en el agua pura del Pozo de Arán.
Ainara me animó a compartir mis vivencias y a construir este blog. Ha vuelto a escribir y espero que lo siga haciendo durante mucho tiempo. Ella está, como le pongo en mis mensajes, “Walking on air”: caminando en el aire, como la canción de King Crimson. Estas personas, que encontré por casualidad leyendo una noticia, me han aupado de nuevo en el Enterprise y he conseguido traspasar mi última frontera. Ya no tengo miedo porque ningún ser humano es una isla.
Larga vida y prosperidad