lunes, 16 de julio de 2012

Sueño Del Regreso / Dream Of The Return


La música golpeó en mis venas y libró mi corazón. Describir el mundo de mi enfermedad con música es una manera de mantenerme conectado con la vibración positiva. Mucha gente pensará que es más un blog sobre música que sobre leucemia; ambos mundos no los puedo llevar separados. Si hay más música, la leucemia pierde. Si hay más leucemia, la música pierde y yo me hundo. Hubo un tiempo, hace pocos meses, en que la música dejó de sonar. La oscuridad se apoderó de nuestra vida cuando mi DJ interno perdió su puesto de trabajo porque alguien nombró a dedo un nuevo director de orquesta: La enfermedad. Afortunadamente, volvió la cordura y volvió la música. Su sonido levantó la persiana para ver todo ese cielo que viene por el oeste y que ilumina nuestra casa.
Los cielos del oeste
Esta semana está siendo muy especial: ¡He recibido carta de casa! En el recuerdo está ese post titulado Going Home, Yendo a casa, en el que hablo del camino a la sanación. Estar sano yo lo llamo estar en casa. Esta semana he iniciado mi tratamiento de quimioterapia, esa ha sido la carta que he recibido.
Lunes 9
Estaba como un niño en el primer día de escuela, expectante y calibrándolo todo. Nos levantamos muy pronto. Había que estar a las 8:30 en el hospital. Tenía que ir en ayunas porque me iban a poner algo fundamental para mi tratamiento, algo que iba a darme tranquilidad. A mí, a mis manos y a mis venas tan machacadas en las últimas semanas. Un PICC (Peripherally inserted central catheter) es un catéter conectado a una vena. En mi caso, va insertado en el brazo izquierdo y del que salen un par de tubitos para conectar las mangueritas para los goteos.
La operación es sencilla de explicar: entras en un quirófano un poco especial; esa característica peculiar la proporciona una máquina de rayos y unos monitores de vídeo. Entré muy tranquilo porque me iba a liberar de la tensión que produce la búsqueda de las venas adecuadas para poner una vía, lo que siempre ha supuesto mi mayor temor ante el tratamiento. Las enfermeras te tranquilizan, pero como entré con tanto aplomo, comenzaron a hablar de sus cosas. El tema estrella fue el viaje de vacaciones a la Riviera Maya de una de ellas. La conversación se esfumó cuando llegó la operadora.
El pinchazo en la mano izquierda me devolvió a la realidad. Espero que este sea el último que sufren mis manos. Por ahí, me colocaron una vía para introducir líquido de contraste. Esa sustancia hace visibles las venas en el sistema de rayos. Un poco de anestesia local y manos a la obra. Creo que estuve una hora y cuarto dentro del quirófano. La mayor parte de la intervención transcurrió localizando una vena adecuada. Una vez localizada, introducen el filamento en dirección al corazón. No me dijeron a qué altura llegaron, pero la conclusión que saqué es que habían introducido un montón de centímetros de tubo por mi brazo. ¡Cómo mola! Tengo un brazo biónico.
Mi nuevo brazo biónico
Cuando salí del quirófano a las 11:15, sólo tenía ganas de comer. Ya me imaginaba en la cafetería devorando un pincho de tortilla, cuando la auxiliar me indicó amablemente que me traería un té con galletas y la enfermera trajo el “pincho de tortilla” en forma de bolsas llenas de líquido incoloro. No había tiempo que perder, iban a ser muchas horas de goteo.
Mi proceso de quimioterapia consiste en seis ciclos. Cada ciclo consta de tres días consecutivos de administración de los medicamentos sin hospitalización. Llegas, te inyectan y te vas a casa. Lo que se llama “Hospital de Día” ocupa el sótano de un pabellón. Hay butacas y camas en dos salas separadas. Este lunes me tocaba cama y Mayte disponía de una silla reservada a la persona acompañante.


Las bolsas ya colgaban del bastidor y las gomas atravesaban las máquinas que regulaban el flujo. El tratamiento consta de tres medicinas, pero había más bolsas que contenían productos para prevenir los temidos efectos secundarios y el daño de algún órgano esencial. Uno de estos últimos producía somnolencia y me quedé dormido. Me imaginaba que estaba en un lugar de aquellos que salen en las películas donde la gente iba a tomar opio y entraban en un estado de dormidera, porque apenas podía abrir los ojos por más que lo intentara.

The Cocktail: 1oz vodka + 1 oz Gin + 1 oz White rum +......
El hospital tiene sus protocolos de seguridad y antes de comenzar con cualquiera de los tres compuestos de los que consta la quimioterapia, la enfermera leía mi nombre completo en voz alta. No se pueden cometer errores cuando se manejan sustancias tan peligrosas. A unos nos va a dar la vida, pero si hay un error, a otros les puede causar un daño irreparable. Mi nuevo chisme implantado en el brazo tragaba y tragaba. Menuda ventaja habérmelo puesto. Si alguien tiene que seguir un tratamiento de este tipo, lo recomiendo. Te ahorras todos los pinchazos, incluso los de las analíticas y de las transfusiones. Además, su colocación es sencilla y no duele tanto. Ya veremos la experiencia de llevarlo puesto durante el tiempo estipulado. Mi tratamiento va a durar unos cinco meses y el PICC tiene una vida útil de seis.
El lunes se acabó con siete horas y media de goteo de quimioterapia. Un auténtico maratón acompañado de varios paseos al servicio a evacuar líquido y más líquido. Al final me encontraba un poco mareado, pero la vuelta a casa fue normal. Luego a responder a las llamadas telefónicas hasta que la garganta hizo crack. Me iba quedando afónico, tal vez, uno de los efectos secundarios de los que me hablaron sobre los problemas de garganta. Por lo demás, tenía apetito en la cena y dormí bien cuando me acostumbré a poner el brazo izquierdo en una posición cómoda. Bueno dormí relativamente bien en los intermedios de los viajes al servicio. 

GO WEST!!! GO WEST!!!
Cuando por la tarde volvía en el coche y Mayte conducía por la autopista hacia el oeste escuchando la radio de EITB, yo me preguntaba qué es lo que había cambiado hoy en mi vida. Aparentemente nada, pero mi ilusión me indicaba que todo iba a cambiar y encima a mejor.
Martes 10
He dormido bien y me voy a levantar con tiempo para experimentar cómo puedo ducharme llevando las vendas en el brazo. Me encuentro como en un día normal de trabajo. He descansado y me sorprendo de que no tenga signos de efectos secundarios, sensación de vómito, mareo o algo así. De momento, hasta que desarrollemos algún invento mejor, vamos a usar una bolsa de plástico para proteger el brazo. Es difícil ducharse con una mano y tener el otro brazo en alto como si estuvieras colgado de la barra del tranvía. Pero con la ayuda de Mayte, hemos pasado la prueba con nota.
El largo y lluvioso camino
Hoy toca sentado en una butaca. El mismo ritual de protocolo de seguridad, nombre completo y dos apellidos. Qué raro suena así, es como en la mili o en el colegio. Pero hoy sólo hay un medicamento. La sesión se acaba en una hora. Mientras el líquido entra, recibo la agradable visita de mis médicos, llenos de palabras de ánimo. Palabras que agradezco profundamente, porque nuestra situación es como la frontera entre el amor y el odio. Por menos de nada caes en el pozo.
Mi nuevo sistema operativo
Otra vez yendo hacia el oeste. He comido bien, pero me encuentro cansado y tengo que acostarme. El servicio sigue siendo hoy también el viaje preferido de mi organismo. Seguir evacuando líquido. Supone eliminar toxinas, ese es el plan, ese es el mini objetivo del martes.
Miércoles 11
Me encuentro un peldaño más abajo que ayer, más cansado. He dormido peor. Ya noto que algo está pasando dentro de mi cuerpo. Es como en la canción de Parálisis Permanente, aquella de “Tengo un Pasajero”: “Siento algo dentro de mi cuerpo una extraña sensación siento algo que se mueve dentro no se bien lo que siento”. Ese es el quid: No sé bien lo que siento, estoy raro.
El largo y tortuoso camino
Al llegar al Hospital de Día, me estoy encontrando peor. Mayte ha ido a aparcar el coche y estoy solo en la sala de espera. Cuando me levanto al escuchar mi nombre, todo me da vueltas. Voy dando tumbos por el pasillo hasta el control de enfermería. A la butaca con los pies arriba. Una botella de suero. La tensión por los suelos. 
Catatónico perdido
La sesión comienza tarde y me hacen una analítica. Estoy muy flojo pero el ritual arranca con la lectura de mi nombre escrito en la bolsa del medicamento. Apenas balbuceo una palabra afirmativa. Llega la doctora del Hospital de Día y le contamos que tomo una pastilla para la tensión. Ella cree que esa puede ser la causa de mi estado. Poco a poco me voy recuperando. Cuando la sesión está a punto de acabar llega mi médico.

La analítica que me han hecho refleja que los números de la sangre han bajado y que me tienen que poner sangre. Así que hay que sumar unos 80 minutos para preparar la sangre. Luego una hora y media por cada bolsa. Gracias al tratamiento, las defensas que sobran han bajado bastante. También las defensas que valen. Estoy en números muy bajos. Necesito que me inyecten una ayuda para las defensas.

Los cielos del oeste. GO WEST!!! GO WEST!!!
Lo que iba a ser una sesión de una hora se convirtió en un extenso periodo de 10 horas, lleno de momentos que sobrevenían inesperados, como en una improvisación de jazz. Un día muy largo y muy duro que convenía amortiguarlo con algo suave y relajante. En estos días llenos de química me he blindado escuchando un montón de discos de Pat Metheny. Le tenía tan abandonado que recuperarlo ha sido como una oleada de aire fresco. Recordaba cuando iba a los conciertos del guitarrista a finales de los 80 y principios de los 90. Le vi en unas 9 ocasiones. En Vitoria unas cuantas veces, en Bilbao, en Donostia y en París. Por precaución, este año no podré ir a verle al jazz de Vitoria, toca el día 20 de julio, me conformaré con los discos.
Tiene un disco que inspira mi texto y pone la esperanza en esa “Carta de Casa”. Se titula así: “Letter from home”. El álbum pertenece a la época que más me gusta del músico estadounidense, y es una obra maestra. Compré el vinilo cuando salió, el disco es de 1989. En la segunda cara había un tema que, cuando lo escuchaba en aquellos años, no sabía lo que iba a significar durante esta semana. Se titula “El sueño del regreso”. Está titulado en inglés como “Dream of the return”, pero está cantado en español. Está firmado por Metheny y Pedro Aznar, y cantado por este último. 
Pedro es un multi-instrumentista argentino que llevaba unos cuantos años integrado en el Pat Metheny Group. En la banda era la voz, el percusionista y a veces tocaba otros instrumentos de apoyo. El y yo tenemos la misma edad. Bueno, yo le saco 32 días, y está a punto de cumplir años el próximo día 23. Tiene una larga carrera a sus espaldas como artista y productor, aunque aquí es un completo desconocido. Su actitud ante la vida se puede apreciar en un programa de televisión argentino llamado “Encuentro en el estudio”. Allí explica con toda naturalidad cómo se iba adaptando a los cambios que la vida le ponía por delante. Como aquello de lo que traté en aquel post en el que hablaba de lo de ser flexible y doblarse como el bambú. Su música te podrá llegar o no, pero las experiencias de Pedro Aznar son ese ejemplo para seguir el OBJETIVO. 
“El sueño del regreso” es un título evocador y refleja los tiempos que voy a pasar en ese camino a casa. Esa travesía ha comenzado esta semana con mi primer ciclo de quimioterapia. Navegaré durante cinco meses por mi mar de tumor líquido hasta convertirlo en un océano lleno de vida.
Pedro Aznar en directo, Dream Of The Return
Al mar eché un poema
que llevó con él mis preguntas y mi voz
Como un lento barco se perdió en la espuma

Le pedí que no diera la vuelta
sin haber visto el altamar
y en sueños hablar conmigo de lo que vio

Aún si no volviera
yo sabría si llegó

Viajar la vida entera
por la calma azul o en tormentas zozobrar
poco importa el modo si algún puerto espera

Aguardé tanto tiempo el mensaje
que olvidé volver al mar
y así yo perdí aquel poema
Grité a los cielos todo mi rencor
Lo hallé por fin, pero escrito en la arena
como una oración

El mar golpeó en mis venas
y libró mi corazón


3 comentarios:

  1. Hola, soy Mayte, la mujer de Luis.
    Quiero compartir mi experiencia con respecto a su enfermedad.
    El tratamiento de quimioterapia a mí también me asustaba mucho; lo relacionaba con algo casi letal, tóxico; siempre visualizando rostros demacrados y personas sin pelo. Además la administración del tratamiento también la imaginaba de otra manera mucho más impactante. Todo ello debido al desconocimiento y, a que casi siempre, nos han presentado la parte más dura del tratamiento. Ahora lo veo de otra manera, sé que es una medicación bastante potente y con unos efectos secundarios intensos, pero temporales. Algo que en este tipo de enfermedad es necesario para tratarla, mejorarla y curarla. Como se suele decir “me ha cambiado la película”.
    La sala donde se administraba la quimioterapia era compartida por muchos pacientes, cada cual en su respectivo sillón-cama; con una cortina podías hacerlo un poco más privado, pero casi nadie lo hace. Puedes ver las caras de la gente y de sus acompañantes; es decir, algo de lo más natural. Vas, tomas tu medicina (que lleva tu nombre y tus dos apellidos y que no puedes comprarla en la farmacia y llevártela a tu casa) y te vas. Todo pasa en un ambiente distendido donde, hay que resaltar, la profesionalidad, amabilidad y el cariño con que médic@s, enfermer@s, auxiliares y celadores tratan tanto a los pacientes como a sus acompañantes.
    Un beso,
    Mayte

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  2. Hola Mayte eres una bendición al estar con este viejo amigo y que me alegro que estés junto a el, hay parejas y parejas y la vuestra es genial :-)
    y Luis espero que no sea windows el nuevo sistema operativo jeje ;-)
    abrazos a los dos!

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