viernes, 20 de julio de 2012

Humilde / Xumea



Leí una vez que había que vivir los días como compartimentos estancos. Eso quiere decir que hoy, vivimos hoy, no mañana. Mañana lo viviremos después de que el reloj pase de la hora 24. Porque si no vives este momento consciente de lo que estás haciendo, mañana no lo vas a poder recuperar. La enfermedad es una carrera de fondo. Debes estar concentrado en tu ritmo una vez que lo hayas establecido. No pienses en qué harás en el kilómetro 5 si aún vas por el kilómetro 1. 
El Oeste
Ahora llegan los Juegos Olímpicos de Londres. Dentro de unos días no vas a librarte del bombardeo mediático sobre récords y medallas. El glamour de las entrevistas y las recepciones a los deportistas. Recibimientos multitudinarios a los que hayan ganado una medalla de oro. Cuando escribo esto es 19 de julio, ¿qué estará haciendo quien vaya a ganar la medalla de oro en el maratón?. Seguro que no estará pensando en cómo subirá a lo más alto del cajón para recibir el premio, si tendrá calambres o diarrea; en cómo será el protocolo en la embajada. ¡No! ¡Eso no entra dentro del programa para hoy! Hoy ha tocado sesión de estiramientos, 25 kilómetros de trote, nueva sesión de estiramientos y una buena paliza de masaje. Concentrado en las alarmas de su cuerpo por si hay que poner al fisioterapeuta en marcha, este será el plan que va a funcionar durante la jornada. Lo que se salga de esto no va a funcionar.
Hace una semana que terminé mi primer ciclo de quimioterapia. Las reacciones de mi cuerpo al estímulo de las sustancias que me han inyectado durante tres días era toda una incógnita. Por mucho que hubiera leído al respecto en los blogs y en las páginas web, ¿mi cuerpo reaccionaría como el del resto de la gente? Eso lo iríamos viendo minuto a minuto. Lo más lógico es que en esta semana se acumulen las reacciones a la quimioterapia. Así que, el plan era sentarse y esperar.
Desayuno anti-efectos secundarios
El jueves pasado fue el día después del “bombardeo nuclear” al MONO. Destrucción masiva. Habíamos arrasado sus tropas y, por desgracia, también las mías. Los llamados daños colaterales obligaban a actuar de emergencia. Me tenían que poner una inyección subcutánea para darme un refuerzo a las defensas. Mis escudos estaban al mínimo y la situación se podía convertir en peligrosa. Recibí a quien tenía que ponerme el medicamento en la cama. No podía tenerme en pie. Así pasaron los tres primeros días de “lluvia acida”. Sin signos de dolor, pero con las sensaciones más extrañas que hubiera podido imaginar. A los constantes mareos y ganas de vomitar se le unían todo tipo de molestias extrañas. Encima tomo una medicación para prevenir los vómitos. En fin, todo un catálogo de tortura china que me es difícil explicar porque algunas son un poco escatológicas. La principal, y única de este último tipo que voy a mencionar, fue un estreñimiento brutal. 
El que más daño me ha hecho ha sido el insomnio. Durante dos días, la noche se convirtió en una película de miedo. Mis fantasmas me rodearon: los laborales, los personales y los sanitarios. Parecía un episodio de “The Twilight Zone”. Yo siempre duermo bien. Nunca he tenido problemas de sueño, así que no estoy preparado para cuando los párpados no te obedecen. Cuando estás tan flojo ni la música, ni la radio, ni la lectura te ayudan. Todo te cansa. Pero ese cansancio no sirve para sintonizar el sueño reparador, y los ojos se quedan colgados de las rendijas de la persiana.

Primera salida: cansado en Islares (Cantabria)
El domingo comencé a percibir un poco de alivio de tregua atómica. El menú estaba ahora compuesto por molestias en las uñas de los pies y de segundo plato las piernas se me durmieron. Se me durmieron por lo que no había dormido en las noches anteriores. Y se quedaron tan insensibles que me tenían que ayudar a levantarme del sofá para poder ir al servicio. Todo esto ha ido mejorando durante la semana y ahora sólo quedan unas molestias en la pierna derecha. El susto ha llegado este martes, he vuelto a tener fiebre por la tarde. Unas décimas para mí son una señal de alarma. Mañana llamaré al hospital para saber si realmente me tengo que preocupar o no. Hasta entonces vivo en mi compartimento estanco llamado día 19 de julio.

Durante estos días de efectos secundarios, Carlos me ha enviado el single de la canción  Soon. Me ha hecho muy feliz. Lo tomo como préstamo hasta que consiga mi copia. Como coleccionista de discos, me gusta conservar mis vinilos y prefiero que mis amigos conserven los suyos. Así que, Carlos: la estantería de tu discoteca llega hasta Bilbao. Además estos días pienso en él. La razón es porque también le han diagnosticado una cosa seria y desde aquí le mando todo mi ánimo. Este mes es fundamental para su tratamiento. Carlos, no pierdas la concentración en la carrera y saltarás el último obstáculo con éxito, ya verás. Disciplina.

Pronto, pronto la luz...
Había previsto evitar uno de los efectos secundarios más desagradables que nos suele afectar a los que tomamos quimioterapia. La caída del cabello. No me apetecía que se me cayera el pelo a mechones. Me pareció una buena idea estar esperando este momento bien rapado. Cuando hablé con el hematólogo que me trató hasta el diagnóstico, el médico me indicó que con la medicación se me caería el cabello. “Pero con  la calva que tienes no creo que te afecte mucho. Ja, Ja.”, y se partía de risa el galeno. Hombre, pero por los lados y atrás lo tengo bastante largo. Esta es una de las razones principales por las que tengo problemas a la hora de ducharme y lavarme la cabeza. Me cuesta lavarlo con el brazo izquierdo metido en una bolsa de plástico mientras me ducho.

Última con pelo
Tenía todo organizado para que fuera ayer miércoles cuando Walter Baggi me “cortara la coleta”. Así que, Mayte me llevó en el coche hasta el Salón Central, la peluquería de Walter. En condiciones normales el trayecto es un paseo de 500 metros, cuesta abajo hacia la playa, pero esto en mi estado se convertía en un raid de aventura de cientos de kilómetros por tierras peligrosas. En el coche siempre está pinchada la radio de EITB, es como si el dial se hubiera oxidado ahí. Al aparcar comenzó a sonar una canción que yo conocía bien, incluso la había tocado en directo hacía muchos años. Me quedé sentado en el coche hasta que acabó. La casualidad hizo que fuera la última canción que escuché antes del cambio radical de imagen. Se titula “Xumea” y está cantada en euskera, la lengua vasca. Xumea significa humilde, y es un tema que me transmite mucha alegría.
Walter at work
Durante una temporada entre 2004 y 2005 estuve tocando con Txuma Murugarren, el autor de la canción. Me integré en su banda para la gira de presentación del disco que habíamos producido en mi estudio. El álbum se tituló como “Las luces del coche de mi hermano (el hombre, el ser, la enfermedad)”, “Nire anaiaren kotxeko argiak (L´homme, l´être, la maladie). Las canciones que trajo Txuma para aquel trabajo eran una materia prima de primera. Fueron momentos de gran inspiración. La primera vez que me sentí a gusto produciendo un disco. Y, he de confesar que aquel álbum es uno de los pocos que he vuelto a escuchar recurrentemente después de terminarlo. No suelo volver a escuchar las producciones en las que estoy involucrado. Es como pasar página. Mientras grabas, mezclas y produces, oyes tantas veces el disco que agotas su ciclo de vida de escucha. Estás saturado. 
Quedan 5 meses
Guardo con gran cariño aquellos tiempos junto a Txuma Murugarren. La canción “Xumea” pertenece a un disco titulado “Hegazkinen Arima”, “El alma de los aviones”, y era perfecta para animarme la tarde. Para darme ese puntito de valor y seguir dando otro paso más en ese viaje que estoy haciendo. Para que Txuma siga sonando en la radio, y que cuando suene sigamos diciendo: “Mira, tu amigo”. Y para pensar en que, en todas las lenguas se dicen cosas bonitas. 
Nuevo Look, mirando al oeste. Viendo el futuro.
Es humilde mi interior,
humildes mis pies terrenales,
humilde mi vestido y el color de mis ojos humilde.
Humilde, también, mi cuerpo débil,
humildes mis huesos y entrañas 
que filtran humildemente el oxigeno,
son humildes mis pulmones.
Soy humilde de aspecto y en verdad,
como las gramíneas orgullosas 
meciéndose de un lado a otro con el 
viento templado de la primavera.

Txuma Murugarren - Xumea



4 comentarios:

  1. Pero, ¡qué guapo está mi Luisito con el pelo rapao!
    Muuaa,
    Mayte

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  2. Pues yo también te veo más guapo ;)
    Un look más duro, ¡¡¡a por el MONO!!!, "... que son pocos y cobardes".

    Un abrazo

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  3. Ostia Luis, mola el look. En la foto me has recordado a Txarli Solano, ya sabes, otro bajista fenomeno. Yo también, y te lo he dicho alguna vez, tengo un recuerdo especial de la grabación de aquel disco, tu trabajo fue impagable, como te involucraste en todas y cada una de las canciones. El resultado ahí está, un disco, que dentro de mi malditismo resulta ser el disco maldito, pero creo que porque la gente no lo escucha con seriedad. Es un gran disco. Me gusta que mi música sirva para algo, y me ha emocionado lo que cuentas de Xumea. Gracias tio, eres un crack!

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  4. Pues particularmente me gusta tu nuevo look! paraces un bad boy! jaja
    Yo la caida del pelo lo tome como un signo de curacion, cuando tenia pelo, solo queria que se me caiga... eso significaba que estaba avanzando en el tratamiento. Asi que animo!

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